«Este volcán está lleno de historias de héroes anónimos capaces de hacer lo imposible y recordarnos que el futuro es una responsabilidad compartida». Estas son algunas de las palabras José Andrés (Premio Princesa de Asturias de la Concordia) en el prólogo de Más fuertes que el volcán, un libro solidario que ha publicado la editorial GeoPlaneta sobre el volcán de La Palma. En él, imágenes y textos se entrelazan para narrar y descubrir, pero también para poner en valor las muestras de apoyo y solidaridad que ha vivido la isla.
El libro cuenta, además del texto que abre el libro de José Andrés, con fotografías de Abián San Gil y Saúl Santos, y textos de Elsa López, Ander Izagirre, Gabi Martínez y María Sánchez.
La Cabra Palmera es una de las protagonistas de este libro. Con las maravillosas fotografías de la raza del palmero Saúl Santos y un texto de la escritora y veterinaria María Sánchez sobre el vínculo y el lugar que tienen estos animales no solo en la isla, sino en la vida de muchos palmeros y palmeras que se dedican a su cría y su conservación y a la elaboración de un producto único y de calidad como es el queso elaborado con la leche de esta raza.
“Gracias a ellas se conserva la biodiversidad singular que aquí vive, se lucha y se previene contra los incendios forestales tan temidos y peligrosos cada vez más por la emergencia climática y el abandono de nuestros medios rurales y nos dan alimentos de alto valor ambiental y de una calidad inigualable como los quesos ahumados y artesanales elaborados con su leche. Gracias a ellas, pastores, criadores, queseros y pequeños productores como Brenda, Ana Laura, José Eduardo… entre otros guardianes de esta raza en peligro de extinción, pueden quedarse y emprender en su isla, teniendo un trabajo digno ligado a la economía local y a la naturaleza. Pero las Cabras Palmeras también llegaron y vivieron en La Cumbre. Hace unas décadas pasaban prácticamente todo el año allí, y si sus pastores conseguían un poquito de costa, lugares donde no había cultivos y las cabras podían pastar y pasar el invierno, las bajaban cuando llegaba el frío al mar hasta el próximo marzo. Hace unos años, les prohibieron subir a ellos y a sus cabras allá arriba, a La Cumbre. Ahora, al lado del Observatorio Astrofísico del Roque de Los Muchachos, donde se aprende a mirar el cielo para entender al volcán, hay un lugar señalado y delimitado como complejo pastoril, quizás, como forma de recordar y reconocer la labor de todas estas personas en este territorio.
Mientras esperan a que el volcán calle y terminen los nuevos ríos de lavas y cenizas, ellas saben como nadie que en sus cuerpos se volverán a enredar las semillas y flores de las plantas de las que se alimentan, siendo de nuevo las guardianas de esta tierra, de toda esta cultura, de todas las vidas que no dejan de sucederse en esta isla bonita”
Fragmento del texto de María Sánchez